La familia Anfora celebra 100 años de historia y nos comparte un fragmento del libro que conmemora un siglo de tradición.
Estamos tan acostumbrados al ritual de comer, que nos resulta difícil imaginar un escenario sin mesa ni sillas, o sin manteles, platos, tazas, cucharas, cuchillos ni vasos. Es increíble pensar, en vez de una cocina con su repertorio de objetos y artefactos para almacenar y preparar los alimentos, en sólo una fogata para asar lo que esté crudo. Hoy, nuestro pensamiento occidental incluye a la cultura gastronómica, la cual necesita mesa y sillas, platos y accesorios, dispuestos en el orden establecido.
En México se suplantaron durante la Colonia las maneras habituales del ritual de la comida de nuestras culturas originarias. Por ejemplo, no solían ocupar mesas y sólo los personajes importantes usaban sillas. El uso de enseres para preparar y degustar los alimentos en la época prehispánica desapareció casi por completo, pero gracias a los vestigios podemos representar escenas cotidianas de aquellas sociedades.
A través del tiempo, los objetos para comer siempre han estado ahí, inadvertidos, aun cuando tienen su propia historia y origen funcional dentro del diseño. Cada objeto cumple una función práctica definida: un plato para alimentos sólidos y espesos; un plato para líquidos calientes, tibios o fríos; una taza para líquidos calientes -por eso tienen oreja-; cubiertos, vasos y otros contenedores de cristal. Éstos han aparecido y desaparecido según las necesidades de cada momento.
Por encima de la funcionalidad del objeto
Los objetos gastronómicos poseen una estética que contribuye a la armonía de la mesa y al estímulo de los sentidos de los comensales. De igual manera, resulta emocionante seleccionarlos, pues aunque el detonador inicial sea la necesidad utilitaria, también el buen gusto es un factor importante. Éstos expresan el estilo de sus propietarios, su cultura y su capacidad económica. Los platos son un elemento que destaca en el reino de los objetos usados en la mesa. En ellos se montan los alimentos, acción que los gastrónomos llaman “emplatar”.
En diseño, les llamamos también superficies o soportes gastronómicos, pues son un lienzo sobre el cual se presentará, con una estética, un platillo compuesto por elementos de consistencias, colores y texturas diversas.
Quien emplata requiere de habilidades de composición plástica, ya que busca a través de la vista, llamar la atención de los comensales para después concentrarse en los aromas y sabores. El diseño ha cobrado importancia en el desarrollo de estos enseres en la medida en que los chefs colaboran con diseñadores para idear, maquetar y producir sus propios platos. Los caminos para diseñarlos son infinitos: materiales, acabados, formas, colores, texturas y tecnología, moldean la creatividad de cada idea. Muchas veces, artistas o diseñadores de otras ramas plasman su propia visión en intervenciones colaborativas, como sucede en Anfora Studio.
La oportunidad de sumarse a esta tendencia y fortalecer la creación, el diseño y la fabricación de soportes gastronómicos, rendirá frutos importantes para el reino de estos utensilios. Será un motor que potenciará el quehacer gastronómico y la comunión entre objeto, creador y comensal.
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