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Café Brûlot: flama eterna de Nueva Orleans

“Café brûlot”, que se deriva de la palabra francesa “brûler”(arder o quemar), es el final perfecto para una cena inolvidable en un viaje espectacular a Nueva Orleans en donde la arquitectura, la gastronomía y su jazz, glorifican el alma en una frase tan popular de esas tierras: “laissez les bontemps rouler”, es decir, “dejad que los buenos momentos duren”.

Como en cualquier otra ciudad, Nueva Orleans posee teatros; sin embargo, sus restaurantes son un espectáculo dentro de esta orbe, sobre todo al momento de la cena, en donde los comensales participan en la experiencia gastronómica gracias al café brûlot, ya que es un verdadero entretenimiento de pirotecnia o un efecto especial, y si a eso se le suman los acordes de jazz en algún rincón del restaurante, la representación está perfecta. No debemos perder de vista que como cualquier bebida tradicional de un estado, se encontrarán mil y una formas de elaborarla, pero ninguna como en los restaurantes Antoine, Galatoire y Arnaud, ya que el café brûlot no es una bebida ordinaria, así que no debe de servirse en lugares ordinarios.

Historia

Sus orígenes los encontramos en Antoine’s Restaurant, donde la invención la recibe Jules Alciatore, hijo del fundador Antoine Alciatore, quien fundó su restaurante en el año de 1890. Esta bebida tuvo su auge en la época de la Ley Seca en Estados Unidos, en 1929, ya que el café absorbía el olor (y un poco) el sabor del alcohol. Por supuesto, el café brûlot todavía lo podemos encontrar en Antoine’s Restaurant (713 St. Louis St.), en Galatoire’s Restaurant (209 Bourbon St.), y en Arnaud’s Restaurant (813 Bienville Ave.). 

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El toque ardiente

Antes de retomar el tema del café brûlot y para poder transmitir esa sensación de espectáculo, magia y sabor de dicha bebida, es preciso imaginarnos en uno de los salones de Antoine’s Restaurant, por ejemplo Proteus Room, pintado de un color rojo suave y tapizado de cuadros, en donde la decoración francesa nos remonta a la época del algodón y a los franceses que habitaban Nueva Orleans; por si fuera poco, este salón tenía la cualidad de fungir como bodega, la cual tenía la capacidad para almacenar 25 mil botellas. Ya sentados a la mesa y después de recibir la bienvenida del mesero, pedimos unas deliciosas ostras Rockefeller como entrada, horneadas en su concha y bañadas en su salsa, donde pudimos distinguir un ligero sabor a mantequilla, queso y espinacas; posteriormente pasamos a una sopa tradicional de la casa, gombo criollo, donde los cangrejos azules, ostras, camarones y verduras dan un toque soberbio, con la verdura perfectamente cocida, con ese sabor a pescado y el caldo ligeramente picante; finalizamos con un pompano grillé, que es un filete de pescado a la plancha que se deshacía en cuanto el tenedor lo tocaba, y por fin se acercó el momento cumbre de la velada, “el toque ardiente”: el mesero acudió a la mesa con una olla de cobre previamente encendida, en la cual comenzó a pelar una naranja procurando que la cáscara saliera completa, mientras añadía especias y el brandy de la casa; una vez que ya estaba caliente, bañó esa naranja (o la piel) y encendió el recipiente; la flama, entre amarilla y azul, envolvió a la fruta o a su cubierta, que asemejaba una resbaladilla, y por ahí vimos descender el alcohol en un espectáculo multicolor. Al final nos fue servido en una taza blanca con el logo de la casa, lo que fue un final perfecto de un día en Nueva Orleans.

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 Su elaboración

Si después de la breve descripción del “toque ardiente” se les ha antojado un café brûlot, compartiremos la receta: 25 centilitros de café fuerte, 2 centilitros de brandy, 2 clavos de olor, una ramita de canela, la cáscara rallada de una naranja, la cáscara rallada de un limón y 2 cucharadas soperas de azúcar. Una vez que se tienen estos ingredientes, se debe vaciar el brandy en la olla, junto con los clavos, la canela, las cáscaras ralladas y el azúcar; se colocan al fuego, se flamean y remueven mientras se agrega el café previamente preparado en una cafetera de émbolo (café express), para así mantener todo su aroma. Se debe servir muy caliente en tazas pequeñas y se puede decorar con una pequeña cáscara de naranja en forma de espiral.