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El lenguaje del vino a través de una copa (parte 1)

La clasificación básica de copas para vino tinto, blanco, rosado y espumoso, quedó en el pasado. Actualmente en el lenguaje del vino existen copas para distintos tipos de vino y sus varietales; los llamativos diseños prometen el disfrute máximo de esta bebida y algunos se han convertido en atractivos objetos del deseo para el consumidor “snob”.

Al hablar de gastronomía generalmente pensamos en comer platillos suculentos y bien presentados, sin embargo, pocas veces nos imaginamos todo lo que conlleva cocinar, para convertir un alimento en una preparación espectacular, sápida y con significado. En el caso de la producción del vino a veces se desconoce la labor del viticultor así como la del enólogo, para transformar el jugo de uva en ese líquido preciado llamado vino, el cual al salir de la botella se llena de significados.

El lenguaje y el acto de comer forman parte de esta condición, entendida como razón, voluntad y emociones, integrados y necesarios para comprender e interactuar con la realidad que nos rodea, atribuyéndole tanto a la palabra como al alimento una serie de significados esenciales para entender el mundo actual.

La elección adecuada de un plato nos conduce a elegir un vino cuidadosamente ya que es su compañero habitual. Por ello, se debe conocer el origen y la temperatura de servicio, así como el tipo de copa en donde se servirá, la cual es un instrumento de suma importancia para la evaluación apropiada del vino. Y esto es porque el vino guarda en su interior aromas y secretos que serán descubiertos a través de una copa. Las copas son los interlocutores del vino, de ahí la importancia del material con el que están hechas, el diseño y el cuidado que se les da.

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Historias detrás de las copas

En la Antigüedad el vino se bebía en recipientes ahuecados de madera, en los estómagos de animales o dentro de cáscaras de frutas. Con el descubrimiento del barro cocido, los recipientes para beber vino se confeccionaron de diversas maneras; algunos tenían agarraderas, mientras que otros eran tan grandes que no se podían levantar.

Los materiales con los que se elaboraban también evolucionaron; en el antiguo Egipto las copas podían ser de bronce, cerámica, latón o cuero, y durante esa época se utilizaban para honrar a los invitados, ya que se acostumbraba ofrecer vino antes o durante la comida.

Con el transcurso del tiempo, las copas fueron modificando tanto su diseño como el material con el que se fabricaban, algunas eran labradas, otras talladas en hueso, y en algunos casos relataban fragmentos de la mitología o hazañas heroicas que habían tenido lugar durante alguna batalla.

La historia de las copas se transformó con el descubrimiento de la técnica del vidrio soplado, ya que permitió una estilización de las mismas, volviéndolas más ligeras y bellas. Este avance dentro de su manufactura permitió apreciar visualmente al vino en sus características principales como el color, el brillo y la densidad. Sin embargo, el material presentaba limitaciones ya que no permitía apreciar todas las características del vino.

Del vidrio al cristal

Para el siglo XVII se cambió el vidrio por el cristal, el cual posee la característica de ser poroso y por lo tanto, al oxigenar el vino se “abre”, volviéndose más brillante y aromático. El cristal tiene la cualidad de ser maleable, por lo que el diseño puede variar de acuerdo con el trabajo del artesano o del fabricante.

La marca Riedel se remonta al período del Art Nouveau a finales del siglo XIX, estilo que caracterizó a la cristalería de Riedel fabricada en Bohemia desde 1890 hasta 1925. Después de la Segunda Guerra Mundial, la familia Riedel liderada por Walter Riedel, retomó (ayudado por la familia Swarovski) la fábrica de vidrio que tenían a su cargo, la cual se especializaba en la elaboración de artículos de vidrio soplado y que a partir de 1956 incursionaría en la fabricación de copas para vino de pie largo, finas y lisas.

En nuestros días, esta marca austriaca de copas se ha convertido en un ícono para los amantes del buen beber, y tiene la característica de ofrecer incluso una copa específica para algunos de los varietales más representativos; de hecho, sus diseños personalizados permiten que cada tipo de uva pueda expresarse magistralmente.

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Descifrando el lenguaje del vino

En términos generales, hay tres puntos básicos para entender el lenguaje del vino. En primer lugar está la copa, la encargada de guiarnos por toda la gama aromática y gustativa del vino. Por ello es de suma importancia su limpieza, sólo se debe enjuagar con agua y mantener en un sitio libre de olores; de esta manera podremos servir el vino en una copa limpia y brillante.

El segundo punto es servir el vino a la temperatura indicada, lo cual permitirá una correcta expresión aromática. El tercer elemento a cuidar es la cantidad de vino que se va a servir, usualmente es un tercio de la copa, sin importar el tamaño del cáliz o globo, esto permite oxigenar adecuadamente al vino y la percepción de sus aromas será más nítida.

En el terreno vitícola el uso del lenguaje cobra aún más importancia; el mundo del vino se construye a través del lenguaje descriptivo y de lo que éste puede simbolizar al ser humano, del significado depende su trascendencia o su olvido. De esta manera saber apreciarlo y degustarlo en la copa adecuada resulta de suma importancia, ya que la cata está compuesta por tres fases importantes: la visual, la olfativa y la gustativa.

Dentro de la fase gustativa el vino, a través de la interpretación del sommelier, se construye a sí mismo en los siguientes aspectos: carácter, personalidad y estilo. Una copa de vino tiene una esencia propia que carece de sentido, pero que significa algo cuando el lenguaje se utiliza para definir su esencia brindándole un sentido a lo que se bebe. De esta manera vamos construyendo un mundo sensorial en torno al vino donde el aroma, el gusto y la interpretación adquieren un significado socio-cultural.

Continuará…