Tomar una copa de vino se ha vinculado a conceder al paladar humano placer y generar diversos estados anímicos, algunos alegres, otros de relajación y unos más de desinhibición, ya sea para matizar con más festividad el momento, para ser apasionados, o dependiendo de la situación anímica de quien bebe, para tornarse en momentos difíciles.
Con todo, nuestra misión en este espacio es guiarlos para disfrutar las bondades del vino, generar momentos de verdadero placer, un placer en compañía de alguien querido, o bien disfrutar de una copa de vino en solitario sin que esto signifique un estado anímico triste, sino todo lo contrario… tenemos momentos para los cuales necesitamos de alguien, otros en que estamos solos, y sin duda ambos hacen que nuestra existencia sea rica en emociones.
Entre copas vivimos risas, abrazos, conversaciones, pero también degustamos platillos. El maridaje de vinos y comida es un arte en el cual los sabores se conjugan en nuestra boca para brindarnos experiencias totales y únicas.
Observando otras vivencias con el vino, ocurre que de pronto decidimos acompañarnos por una copa con tinto o blanco ya sea para ver algún filme de nuestra predilección, para sentarnos a leer un libro o una revista que tenemos pendiente, o incluso para contemplar imágenes de obras plásticas, si la situación lo permite. ¿Lo ha hecho? Estoy seguro de que todos tendremos una respuesta afirmativa. Le pregunto entonces, ¿qué vino ha elegido para ver su película favorita o aquella que le ha generado gran expectativa ver? O ¿cuáles son los libros que le han sido entrañables en compañía de un gran vino (o viceversa)?
Maridaje de vinos y tertulia
Desde tiempos remotos y cualquier cultura del mundo, el hombre siempre ha buscado esta forma de vivir momentos significativos acompañados de alguna bebida. En muchos países, incluido México, las tertulias literarias, por ejemplo, eran actividades cotidianas en las que participaban autores y lectores con el afán de comentar, leer y discutir sobre el texto leído. Generalmente se hacían acompañar por su bebida espirituosa favorita.
Desafortunadamente, con el paso del tiempo estas reuniones dejaron de llevarse a cabo, debido a que la evolución de las librerías y las formas de reunión derivaron en los actuales clubes de lectura o en presentaciones editoriales donde al término generalmente ofrecen vino a los asistentes para brindar por el autor y su libro recién publicado. Al entrevistar en radio a un joven editor de libros, decía que aún le apasiona organizar tertulias con amigos del ámbito literario para continuar con aquella vieja costumbre que sin duda enriquece el rasgo social que nos caracteriza.
Maridar, este arte de disfrutar el vino con un gran platillo, muta para deleitarnos con uno de nuestros sentidos sensoriales imprescindibles, la vista, y que en sintonía con nuestras emociones podrán desencadenar grandes aventuras que la ficción y la realidad no se imaginarían.
Alternando cine, vino y letras
Por lo anterior, me gustaría mencionar aquellos libros que de alguna manera extrapolan aquellos sentimientos más apegados a lo que denominamos amor, tanto por uno mismo y como a la persona por la cual se deja todo.
Novecento, de Alejandro Baricco, aquella historia de un niño pianista que jamás toca tierra y que a la vez inspira el filme de Guiseppe Tornatore La leyenda del pianista en el océano. Es una historia que desde mi punto de vista puede uno disfrutar solo, porque leer las líneas de Novoceto en verdad atrapan al lector, las emociones suceden a flor de piel y me atrevería a recomendar un tinto italiano; sí, uno tinto de la región Emilia y Romagna donde se produce el vino Lambrusco di Sorbara, que es seco, con viva acidez y seductor aroma a uva… donde el paladar atenuará aquel drama del autor (por cierto también italiano).
Seda, es otra obra literaria del mismo autor, es una historia de amor donde el protagonista no puede ni siquiera tocar a la mujer que anhela. Alessandro Baricco se caracteriza por ofrecer al lector líneas cargadas de las más profundas emociones que experimenta el ser humano, por ello mi recomendación es disfrutarla con una copa de vino francés; un blanco no estaría mal, especialmente de la zona de Borgoña, con uva Chardonay que huele muy fuerte, a frutas como duraznos, cítricos y manzanas.
Bajo el sol de Toscana es una cinta que se inspira en el libro homónimo de la autoría de Frances Mayes. Es la historia de una escritora estadounidense que deja todo por desamor, y se fija la meta de irse a Italia para lograr claridad emocional y concentrarse en su próximo libro. Su estancia en aquel país le depara una serie de cuestionamientos acerca de la vida, del amor, y de los sentimientos que vulneran a uno… Esta doble recomendación nos lleva a una sugerencia más para disfrutar con una copa de vino, la siguiente cinta.
La dolce vita, del cineasta Federico Fellini. Para estar acompañado idealmente de la persona con quien se comparten emociones y sentimientos mutuos, no debe dejarse de servir vino de Toscana, cuyas cinco zonas productoras se denominan como Chianti, en el que domina la cepa Sangiovese, mezclada con un poco de Canaiolo y una pequeña proporción de las variedades blancas Trebbiano y malvasía del Chianti. Si las emociones son fuertes, también debe corresponder un vino con este matiz, por ello de esta región italiana sugiero vino Brunello di Montalcino, de cuerpo y sabor intenso, de gusto pronunciado a madera y larguísimo potencial de guarda.
Francis Ford Coppola, no puede faltar por sus encumbradas cintas, sino también sus vinos. Y es que el cineasta estadounidense de origen italiano quien desde la década de los 90 adquirió viñedos en California, produce caldos que de acuerdo con los expertos muestran una gran calidad. ¿Por qué no disfrutar una copa de vino viendo su cinta El Padrino? O incluso alguna de las películas que su hija Sofía ha lanzado, como María Antonieta o Perdidos en Tokio. Un espumoso para esta ocasión es la recomendación. Sofia, si bien está hecho en Estados Unidos, el molde es francés, por lo que la mitad se fermenta en barricas, la otra en tanques, luego se hace un blend y se pasa por barrica de roble por seis meses.
La tía julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa, es otro libro entrañable. El autor peruano nos presenta la historia de un chico que incursiona en el mundo de la radio y los diferentes episodios de su vida sin duda dejan huella en el lector. ¿Por qué no disfrutar con esta gran lectura una copa de vino argentino, del valle de Mendoza? Un tinto sería el indicado, ya que produce vinos de agradable sabor, cuerpo medio con ciertas notas terrosas y de intenso color púrpura.
Mujeres al borde de un ataque de nervios es una de mis películas favoritas, del cineasta manchego Pedro Almodóvar, y para aquellos que gustan de los productos españoles. Me gustaría recomendar esta cinta emblemática donde la locura, lo absurdo y el humor ácido propician el buen pretexto para disfrutar de este filme con un vino mexicano y donde se incluye entre sus temas una canción ranchera a cargo de Lola Beltrán. Entre risas, llanto, incredulidad y ansiedad que viven los personajes, un vino blanco de México caería delicioso, que sea de Baja California, del Valle de Guadalupe, ligero, frutal (no dulce) y con una acidez equilibrada. Con notas de flores, cítricos y frutas como manzana verde y guayaba.
Finalmente, además de este guiño a la cultura popular mexicana a través de una pieza musical que Pedro Almodóvar hizo en esta gran película, toca el turno para recomendar el maridaje entre un joven autor y su novela: Temporada de caza para el león negro, de Tryno Maldonado, y un vinito rosa también nacional. Novela corta cuyo protagonista, un artista, despega en sus creaciones a partir de una vivencia sexual intensa… después el alucinante éxito desborda sus limitaciones personales con su pareja del mismo sexo. La inteligencia, la sensación de estar y no estar solo a la vez, son oleadas que el autor plasma en sus páginas. Sobrellevar este vaivén emocional nos invita a degustar un vino rosado mexicano, de Coahuila, vino de intensidad aromática media alta con notas a frutos rojos frescos con un ligero toque herbáceo propio de su variedad, que al tomarlo deja una sensación fresca, expresiva, de acidez marcada y agradablemente frutal, con ligera presencia de azúcar.
En fin, que el abanico de cine, libros y vinos es muy amplia, éstas fueron algunas cuantas recomendaciones para disfrutar de un vino con alguna obra visual o literaria. Citando a Federico Fellini, y en referencia a la descripción del vino: “es como una buena película; dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y como ocurre con los largometrajes, nace y renace en cada saboreador”.
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