Hemos atravesado años difíciles para la vitivinicultura nacional; no obstante, debemos adecuarnos a ellos, como las vides lo hacen a la tierra.
Hace un par de semanas tuve la oportunidad de visitar algunos viñedos en España e Italia. No cabe duda, el vino europeo es extraordinario. Los maravillosos paisajes y la historia de cada región, me hicieron reflexionar sobre la situación vinícola de nuestro país. Tan pronto como regresé a México, me acerqué a un experto en el tema.
Conozco al enólogo Jesús Rivera (“Chuy”, como lo llamamos entre amigos), desde hace poco más de tres años. Sus casi dos décadas de experiencia se notan tan pronto como empieza a hablar del tema. Actualmente es el encargado de todo proceso de vinificación, junto con su hijo Jesús Rivera Rodríguez, en la Vinícola El Cielo, mi segundo hogar. Relajados y con copa en mano, tuvimos una larga charla sobre el futuro del vino mexicano.
Hemos tenido años difíciles dentro de la vitivinicultura nacional. Desde 2016 y hasta el año pasado, las condiciones climatológicas han sido poco favorables, pero como dice el enólogo, lo importante es adaptarse, así como las vides a su terroir. Los esfuerzos son notorios, cada vez hay más bodegas trabajando duro por alcanzar niveles altos de calidad.
Chuy me sorprendió con una gran noticia para los vinos del Valle de Guadalupe, específicamente los blancos. “A pesar de las dificultades, 2019 ha permitido un ciclo vegetativo óptimo, en donde la vid ha tenido suficientes horas de sol y lluvia. Sin embargo, se acercan los meses más complejos, por lo que no debemos confiarnos del todo”.
Asegura que el vino mexicano está evolucionando. “El trato y el respeto hacia las uvas es cada vez más delicado, buscando obtener lo mejor de cada racimo. Las tendencias mundiales marcan una producción natural y libre de químicos, mismas ideologías que ajustamos a nuestro terroir”. Su trabajo refleja su estilo, la unión perfecta entre la enología moderna con equipo de vanguardia y las técnicas tradicionales del Viejo Mundo.
Estamos muy orgullosos del reconocimiento que el vino mexicano ha obtenido, tanto dentro como fuera del país. Viviré eternamente enamorada de México, de su tierra y de su gente. Chuy me recordó que los vinos son el resultado de la pasión que imprimimos en el proceso de vinificación, usando cepas que han sido cuidadosamente atendidas, dándoles amor e identidad a los viñedos, que se refleja en cada botella.
Nuestros vinos deben comprometer a todos quienes participan en este proceso a ofrecer la mayor calidad de México, para los mexicanos y para el resto del mundo.
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