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Evolución del vino mexicano

La ventaja competitiva de México es la calidad de sus productos, hoy reconocidos a nivel internacional.

El vino mexicano tiene un lugar relevante, favorecido quizá, entre otras variables, por una tendencia global que ha vuelto los ojos del mundo a una bebida milenaria y a la vez contemporánea, ya que ha sabido renovarse y reinventarse.

Nuestro país posee la tradición más antigua de producir vinos en América. En el siglo XVI, los españoles lo trajeron consigo, y para 1524, Hernán Cortés, como primer capitán general y gobernador de la Nueva España, ordenó a los colonizadores plantar mil viñas por cada cien indígenas que tuvieran a su servicio.

Sin embargo, en 1595, Felipe II, rey de España, expidió una Cédula Real para prohibir la producción de vino en nuestro país, ordenando destruir los viñedos existentes, porque la calidad y la cantidad que se producía entonces amenazaban los intereses comerciales de los españoles, tanto de productores como de distribuidores. La producción vitivinícola se mantuvo limitada y fue casi exclusiva del medio eclesiástico.

El renacer del vino mexicano

Durante la década de 1950 la vitivinicultura comenzó a ser de nuevo significativa en algunas zonas del país, despuntando en los 60 y 70 para posicionarse con más arraigo y profundidad a partir de los 80, década en la que adquirió gran relevancia como resultado del interés, tanto de productores establecidos por varias generaciones, de enólogos y vitivinicultores expertos, como de un puñado de personas con ánimos un tanto aventureros, con ideas y expectativas novedosas que se empeñaron en que México produjera vinos que compitieran con los mejores del mundo.

Hasta ahora, nuestro país ha obtenido más de 500 premios y reconocimientos internacionales, que libres de prejuicios y paradigmas, avalan la calidad mundial del vino mexicano.

Desde 1998, el mercado del vino nacional había tenido un crecimiento ascendente, con un incremento anual hasta del 12 % que se mantiene en 8 %. En los inicios del 2000 contábamos con 15 bodegas y cinco zonas vitivinícolas registradas: Baja California, Coahuila, Querétaro, Aguascalientes y Zacatecas.

En década y media, el número de vinícolas y productores ha crecido a más de 100 y hoy encontramos viñedos en zonas tradicionalmente vitivinícolas que habían perdido su vocación o en nuevas regiones como Guanajuato, San Luis Potosí, Chihuahua, Puebla, Nuevo León y Sonora.

Para México, en materia de producción, comercialización y desplazamiento de vinos de mesa, competir con productos provenientes de diversas naciones, en especial de la Unión Europea, ha representado un reto muy difícil ya que, por razones históricas, dichos países mantienen una política de subsidios en particular a los sectores agrícolas, desde hace varios siglos.

Además, cuantitativamente, nuestro país no tiene los niveles de producción y consumo equiparables a las naciones por tradición productoras y consumidoras de vino, ya que muchos de sus productos están orientados al volumen.

No obstante, la ventaja competitiva que tenemos es la calidad de nuestros productos, hoy reconocidos a nivel internacional.

La oferta enológica en nuestro país, disponible para el consumidor final se ha acrecentado a través de los diferentes canales de distribución y comercialización, manteniendo una presencia en el mercado de 75 % de productos importados de múltiples nacionalidades, contra 25 % de vinos de producción mexicana.