Los rosados ganan terreno entre los amantes del vino. Este nuevo boom pide atención y conocimiento.
A pesar de lo que se piensa, el vino rosado es un gran desconocido para la mayoría de los consumidores de vinos.
De hecho, antes del siglo XIX no había una distinción clara entre la elaboración de vinos rosados y tintos. Por ejemplo, el rosado en el s. XVII era descrito como “color de ojo de gallo” o “sol naciente”. Otro ejemplo lo encontramos en la mayoría de las pinturas de esa época, ya que no se distinguía a la vista si era un tinto muy pálido, un rosado o un blanco anaranjado.
Es sabido que los vinos rosados entran en la preferencia del consumidor por la vista. Sin embargo, lo que no es del conocimiento público es que la tonalidad de un rosado no habla de su calidad, sino del estilo de elaboración.
Encontramos los rosas muy intensos de la Navarra española, así como los rosados pálidos de la Provenza francesa. Estos últimos representan el cincuenta por ciento de todos los vinos rosados elaborados en el mundo, de ahí que sean tan imitados en otras partes del panorama enológico. Los rosados bien elaborados pueden ser tanto oscuros como claros, y lo más probable es que los oscuros serán más afrutados y estructurados.
Las ventas de rosados de calidad van al alza, pues suelen ser vinos muy frescos, con notas frutales y florares muy agradables, cuerpo firme y apetecibles por todos los sentidos. Sólo hay que entender y sobre todo probar, cómo es hoy en día la nueva enología del rosado y hacia dónde va.
Comentarios