El Marco de Jerez, ubicado en la Comunidad Autónoma de Andalucía, específicamente en Cádiz, es la zona vitivinícola más antigua de España con casi 3,000 años de formación, siendo los antiguos fenicios los primeros en desarrollar la cultura del vino y que fue enriqueciéndose con otras civilizaciones: Los griegos, romanos, godos, musulmanes y cristianos enriquecieron la forma de hacer vino, logrando un estilo y un tipo único; así como una gama de vinos altamente reconocidos por los grandes críticos y especialistas en la materia.
Los vinos de Jerez son más que un vino en el mercado, son productos que llevan en su alma la tradición, el amor por la tierra y su peculiar forma de elaboración, a esto se le llaman “Los Pilares del Jerez” y para entender, disfrutar y saborear sus vinos es preciso conocer esta base.
Empecemos por su tierra, el primer pilar: la Albariza, esta tierra blanca cargada de carbonato de calcio, porosa, que en temporada de lluvia absorbe y retiene como una esponja la humedad, y que poco a poco dosificará a la vid.
El segundo pilar del Jerez: las tres varietales que conforman las uvas autorizadas. En primer lugar, y la más importante, está la Palomino, creadora de la mayoría de los vinos de Jerez, sobre todo los vinos secos, como: la Manzanilla, el Fino, Oloroso, Palo Cortado y Amontillado. Una uva blanca que destaca en los viñedos como racimos de oro que resaltan en los campos blancos de la Albariza. Luego están las uvas Pedro Ximénez y Moscatel, que se utilizan para los vinos dulces ya que logran destacar entre los más dulces del mundo con un grado de hasta 500 gramos de azúcar por litro.
El tercer pilar: la Crianza Biológica, el milagro del Marco de Jerez, producido por las levaduras autóctonas, únicas e imposibles de reproducirse en otras regiones; levaduras que forman “El Velo de Flor”, capa que aparece de manera milagrosa y espontánea en la parte superior del vino mientras permanece en las barricas de roble americano y que impide que éste tenga contacto con el oxígeno, manteniendo al vino claro y pálido. Al mismo tiempo actúa como un filtro con el medio ambiente, transmitiendo los ingredientes que dan vida a los vinos con esta crianza.
El cuarto pilar: la Crianza Oxidativa, al contrario de la crianza biológica, este pilar se basa en el constante y continuo contacto del vino con el oxígeno, este ingrediente externo da a los vinos de esta crianza su complejidad, elegancia y carácter. La Crianza Oxidativa también permite los largos envejecimientos, algunos hasta más de 30 o 40 años, convirtiéndose así en los tesoros de las bodegas con el sello de VOS y VORS.
El quinto pilar: el Sistema de Criaderas y Solera, diseñado a finales del año 1500 con la finalidad de ofrecer un vino que siempre, cada año fuera el mismo vino, sin los cambios radicales que provocan los elementos climatológicos o de vinificación, este sistema es una garantía de calidad, una garantía de que no importa cuándo compremos una botella de Jerez, siempre va a tener las mismas características que en años anteriores.
Estos pilares hacen que los vinos de Jerez tengan una identidad, un sello único de calidad y una huella histórica en vitivinicultura, no solo están a la altura de los grandes vinos del mundo, sino que sobrepasan esta categoría, son vinos para conocedores, pero también para principiantes. Aquellos que tienen la oportunidad de probar por primera vez alguno de los 10 vinos que componen la gama completa, quedan involucrados y abrigados por su complejidad, redondez y elegancia.
Los vinos de Jerez no se toman, se saborean, se entienden y se disfrutan, si ya probaron el vino espumoso, el blanco, el rosado y el tinto “Ahora Prueba Con Jerez”
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