Hay que entender que la agricultura orgánica es la forma natural de realizar las actividades primarias, y que ya era aplicada por diversos pueblos originarios con muchos siglos de tradición agrícola.
Alrededor de la década de los 20 se inició una concepción moderna de este sistema alternativo que necesitaba diferenciarse del intensivo, ya que a partir de la Primera Guerra Mundial se intensificó el uso de productos químicos que en un principio fueron usados con fines bélicos, como los derivados nitrogenados, para la fabricación de explosivos y que después por falta de demanda, la industria puso sus ojos en la producción de fertilizantes nitrogenados para la producción intensiva de alimentos, muchos de los cuales se siguen utilizando hasta la fecha.
No fue hasta las décadas de los 70 y 80 que surgieron diversas iniciativas impulsando los productos ecológicos que provenían de campos de cultivo en donde, por situación de pobreza o explotación, no se podía acceder a los fertilizantes. De tal suerte decidieron darle un valor agregado a este producto, argumentando su diferenciación y su beneficio ambiental, ya que no contaminaban la tierra con agentes externos y además promovían la reforestación de sus ambientes con plantas endémicas.
Los productos orgánicos son los que en su proceso optimizan los recursos naturales locales sin la utilización de químicos u organismos genéticamente modificados.
Según definió la FAO en 1999, “Lo que distingue a la agricultura orgánica es que están prohibidos casi todos los insumos sintéticos y es obligatoria la rotación de cultivos para fortalecer el suelo”.
Hay muchas discusiones sobre los beneficios de los productos orgánicos a la salud, pero de lo que estamos completamente seguros es que benefician principalmente al medio ambiente y a los campesinos. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que en México hay por lo menos 20 mil intoxicaciones anuales por el uso de plaguicidas, de las cuales un 5 por ciento terminan en muerte.
En México la Ley de Productos Orgánicos, publicada el día 7 de febrero de 2006 en el Diario Oficial de la Federación, la cual regula los criterios para la producción, además de promover y establecer todo tipo de requerimientos para el sistema, determina que es necesario estar certificado para establecer o llamar a un producto orgánico.
La producción de orgánicos en México pasó de 50 mil hectáreas a 400 mil en 2010, generando alrededor de 400 millones de dólares al año, en la cual participan 120 mil agricultores de los cuales el 60% son indígenas que viven en el sur del país.
Actualmente México aporta 216 mil toneladas al año de café orgánico, de los cuales el 75% es producido en Chiapas y en su mayoría se exporta al mercado europeo. En esta labor participan cerca de 31 mil productores en ese estado, de los cuales, por lo menos una tercera parte está integrada por mujeres indígenas que cultivan café bajo sombra con árboles nativos.
La certificación es el resultado de una dinámica social y es un sistema muy apropiado para organizaciones de pequeños productores en donde se procuran principios para el mejoramiento y bienestar de las familias y el cuidado del medio ambiente a través del manejo responsable de los recursos.
Esta certificación se debe de documentar rigurosamente y establecer un sistema de gestión en donde se valide el compromiso de los productores hacia la generación de calidad orgánica y un estricto apego a los procesos y normas que incluye declaraciones personales que vayan en un sentido participativo y de aprendizaje.
La Federación Internacional del Movimiento de Agricultura Orgánica (IFOAM), organismo internacional acreditado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) desde 1997, define a la agricultura orgánica como “un sistema de producción que mantiene la salud de los suelos, los ecosistemas y las personas. Se basa en los procesos ecológicos, la biodiversidad y los ciclos adaptados a las condiciones locales, en lugar del uso de los insumos con efectos adversos. La agricultura orgánica combina tradición, innovación y ciencia para beneficiar el medio ambiente compartido y promover relaciones justas y una buena calidad de vida para todos los involucrados”.
En los productos orgánicos siempre está presente el trabajo de los campesinos, quienes tienen un mayor cuidado de los ecosistemas para mejorar su producción, así que no podemos desligar el esfuerzo social y comunitario de esta práctica; a diferencia del convencional en donde la manipulación genética, la tala de superficies destinadas a cultivo y la incorporación de la maquinaria que sustituya la mano de obra de campesinos es una práctica creciente. La principal diferencia de ambos productos va más allá de lo que nos indican las leyes y normas.
La producción de orgánicos y sustentables tiene que ver con la reincorporación del ser humano al ecosistema. Pero la disyuntiva y la controversia siempre estará presente ya que la pregunta surge de nuevo:
Actualmente no, ya que nuestro sistema ha crecido ligado a las prácticas convencionales, pero también esta tendencia hacia lo ecológico y lo orgánico está generando métodos alternativos que pueden reducir notablemente nuestra huella, y que pueden a largo plazo ya no ser sólo una propuesta alternativa sino una fuente real de suministro sustentable, no sólo para quien lo consume sino para quienes lo producen. Y hay ideas tan innovadoras como las que aseguran que una parte de nuestra canasta básica la podamos producir cada uno en nuestros huertos urbanos.
En nuestros días podemos encontrar productos orgánicos en varias tiendas y restaurantes especializados que son responsables hacia sus consumidores y productores; ya que ellos son los pilares sobre los que se debe de construir la sustentabilidad de nuestro medio ambiente y lograr un cambio fundamental no sólo por “moda”, sino por el mantenimiento de nuestro país, a través de la capacitación y la sensibilización, hasta llegar a un intercambio justo de lo que pagamos por lo que obtenemos, en donde no se generen desperdicios y residuos por nuestra actividad. Los productos orgánicos también son distribuidos a través de cadenas comerciales, mercados locales y tianguis orgánicos, y se está iniciando un cuarto canal de distribución que es el mercado en línea. Esperemos que esta tendencia continúe incorporando nuevos productores certificados.
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