No importa tu edad, tu experiencia en la cocina ni tu amor por la gastronomía, la panadería es divertida. Y aunque es muy atractivo hacer tu propio pan, seamos honestos, es probable que esa hogaza de masa madre que intentaste la semana pasada no haya salido tan bien como esperabas. Pero hay un tipo de pan que siempre va a ser mejor cuando se hace en casa, aún mejor que el que se consigue en los supermercados: el pan pita.
El pan plano fue la primera forma en la que el ser humano mezcló harina, agua y sal para obtener un alimento rico en nutrientes. Con el tiempo, descubrieron el potencial de las levaduras en el aire y lo explotaron para hacer productos diferentes que, en varias culturas, evolucionaron para crear panes redondos, planos, pero con un espacio interior para rellenar con carnes y vegetales.
El pan pita tiene su origen en Grecia y es una de muchas variantes que se utilizan para comer souvlaki, el platillo de carne cocida al espetón típico de la Hélade. Sin embargo, el término también se usa para nombrar a los panes planos de otras regiones del Mediterráneo y el Medio Oriente, que tienen nombres locales y el Occidente se limita a llamarlos de la misma forma.
¿Vale la pena hacerlo uno mismo?
Por completo. Por su versatilidad, sabor y frescura, es uno de los básicos en mi casa, siempre trato de tener uno o dos para la semana. Es muy fácil de hacer, ni siquiera tienes que usar un horno, pues se cocina asado sobre la estufa; aquí tienes una receta infalible para 8 porciones.
Ingredientes
- 1 paquete de levadura seca
- 1 taza de agua tibia
- 2 ¾ tazas de harina de trigo
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- 1 ¾ cucharaditas de sal
Procedimiento
- Mezcla en un bowl grande la levadura con el agua y una taza de harina de trigo. Déjalos reposar por 10 minutos hasta que se forme una esponja.
- Agrega 1 ½ cucharadas de aceite de oliva, la sal y 1 ¾ tazas de harina a la esponja. Si tienes batidora, úsala en velocidad baja con el gancho para pan. Si no, usa tus manos mezclando suavemente hasta que todos los ingredientes se incorporen.
- Amasa hasta obtener una masa suave, flexible y ligeramente pegajosa. Suele tardar 3-4 minutos.
- Cuando se llegue a este punto, debes trabajar la masa durante 5-6 minutos para desarrollar gluten. Debes terminar con una bola ligeramente elástica y suave.
- Coloca tu masa en un bowl ligeramente engrasado y cúbrela con plástico transparente. Déjala reposar por dos horas en un lugar cálido (un horno apagado suele ser el lugar perfecto).
- Una vez transcurrido el tiempo, saca la masa del bowl y colócala en una superficie enharinada. Con ayuda de un rodillo aplánala hasta que tenga un grosor de aproximadamente 2 centímetros. Córtala en 8 piezas de tamaño similar.
- Forma una bolita con cada una de las 8 porciones, colócalas juntas en una charola con harina. Cúbrelas con un trapo y déjalas reposar por otros treinta minutos.
- Aplana una vez más cada una de tus porciones, esta vez hasta alcanzar un centímetro de grosor. Calienta un sartén de hierro o comal grueso a fuego medio y coloca, uno por uno tus panes hasta cocerlos. Sabrás que están listos cuando el centro se infle separando las dos caras del pan.
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