Por su ubicación geográfica, Sudáfrica presenta una enorme variedad de flora y fauna, así como climas cambiantes. Se hablan 11 lenguas y la mezcla entre ellas ofrece expresiones singulares. Los sitios obligados son Ciudad del Cabo, Durban y Johannesburgo.
La primera se fundó en el siglo XVII como puerto de los holandeses y es la ciudad más turística de Sudáfrica; en ella puedes visitar la majestuosa Table Mountain que se alza como guardiana de la ciudad, así como el puerto Victoria and Alfred Waterfront y recorrer el tradicional barrio Bo-Kaap o la zona conocida como Old Biscuit Mill, un distrito que alberga antiguos edificios industriales.
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Durban cuenta con una costa bellísima de aguas templadas, donde el punto central de atracción es la Milla de Oro, que concentra los mejores restaurantes, tiendas, hoteles y por supuesto, el acceso a las playas que por sus características, convoca a los surfistas.
Johannesburgo es conocida como Ciudad del Oro debido a sus grandes depósitos del preciado metal; los lugares que debes de conocer son: Constitution Hill, que concentra edificios históricos como un fuerte de finales del s. XIX reconvertido en cárcel y que hoy alberga un museo; la Corte Constitucional, que da nombre a este punto; y finalmente Maboneng, el barrio más moderno en donde se ubican galerías, museos y las expresiones de vida más indie de Sudáfrica.
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En general, la cocina de esta zona es una combinación de influencias europeas, hindúes, malayas y claro está, nativas. Los prisioneros de guerra italianos que llegaron a esta región como trabajadores, aportaron la pasta, en tanto que los esclavos malayos trajeron especias y contribuyeron a la creación del plato nacional bobotie, una carne roja picada condimentada con curry.
Por su parte, los trabajadores hindúes de la caña de azúcar aportaron precisamente el condimento del bobotie y otras especias como el cardamomo. No puedes dejar de degustar los vinos sudafricanos que cada vez ganan prestigio mundial.
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