Cada año, el invierno llega a Japón acompañado de uno de los tres rituales del té más bellos e importantes. La ceremonia Yobanashi celebra la contemplación de las largas y oscuras noches de la temporada; se trata de un ritual sumamente espiritual y lleno de simbolismos, el cual tuvimos la fortuna de vivir de la mano de la Escuela Mexicana de Té.
Cocoyoc alberga una réplica casi exacta del salón del té japonés. Guiados por un místico camino de velas llegamos hasta él, donde fuimos recibidos por Reina Sakao y su madre, ambas maestras japonesas del ritual.
Un intercambio de sentimientos plasmados en un par de velas marcó el inicio de la ceremonia, esta es una de las tantas cosas que la hace tan especial. Una vez que las maestras del té realizaron el protocolo, tocó el turno de purificar con agua nuestras manos y bocas, la madre de Reina fue la encargada de enseñarnos cómo hacerlo. Ya listos, entramos al salón del té.
Adentro, admiramos la caligrafía de la tokonoma y después de rendir tributo al ro (brasero) en el que se calienta el agua, nos sentamos. Inmediatamente después apareció Reina, quien tras inclinarse para saludarnos y prender el fuego, nos ofreció una caja bento con comida kaiseki y un poco de sake. Esta comida es siempre ligera y se ofrece en porciones pequeñas para no interferir el sabor del té.
Todas las ceremonias del té tienen una temática que está plasmada en pequeños detalles con los que el maestro complace a sus invitados. En esta ocasión, Reina dedicó el Yobanashi a la unión entre México y Japón, por lo que tanto la comida como la decoración presentaban detalles de ambas culturas.
El sonido de los palillos sobre la caja bento le indicó a Reina que terminamos de comer. Hicimos una pausa llamada naka dachi para permitirle purificar el salón y continuamos el ritual una vez que el sonido de un gong nos lo indicó.
Con la gracia y cuidado que caracteriza a los maestros del té, Reina desdobló un pañuelo con el que purificó los utensilios y preparó de uno a uno el marcha para nosotros.
Tomó un poco de agua y la sirvió en un chawan (tazón), luego con el chashaku (cucharita) cogió la medida exacta de té y la virtió en el agua. La magia comenzó cuando con una maestría sorprendente agitó durante varios segundos el té con el chansen (batidor de bambú) para preparar el matcha.
Cuando la superficie del líquido se cubrió de espuma, Reina sujetó con ambas manos el tazón y me lo entregó. Yo lo tomé con la mano derecha, lo coloqué sobre mi palma izquierda y lo giré dos veces hacia la izquierda, esto para evitar beber del lado más bello del tazón. Ambas hicimos una reverencia con la cabeza. Esta bebida llegó acompañada de típicos dulces japoneses.
Bebí el matcha de tres sorbos y sin duda, ha sido una de las bebidas más ricas que he probado, no sólo por el intenso sabor del líquido, sino por la riqueza espiritual que envuelve la ceremonia del té.
Reina repitió el ritual con cada uno de los invitados y al terminar regresó a mí para retirarme el tazón. Tal como lo marca el protocolo lo tomé con la mano derecha sobre mi palma izquierda, lo giré dos veces, en esta ocasión hacia la derecha para devolverlo a su posición inicial y se lo entregué a Reina con una reverencia.
La joven japonesa y su madre nos agradecieron la visita a su salón del té, quizá sin darse cuenta que éramos nosotros quienes estábamos enormemente agradecidos por vivir esa experiencia.
Reina Sakao es originaria de Shizuoka, es maestra de té y tercera generación de la familia Sakao dedicada al cultivo y comercialización del té verde japonés. Desde hace varios años forma parte de los colaboradores académicos de la Escuela Mexicana de Té con quienes ofrece ceremonias y formaciones especializadas en té japonés.
Si quieres conocer más sobre estos rituales o participar en una ceremonia entra a www.escueladete.com.
Comentarios